De pronto me siento caer en el abatimiento, perezosamente en la calidez de mi cama en este invernal frio, cubierto de pies a cabeza de una tras otra sabana, colcha y fresada, y entre el sofocamiento propio, intento conciliar el sueño, extraño no tener el cuerpo agotado, para estos menesteres la rutina de la vida obraba bien, el cansancio es la ancla de los pensamientos, y hoy más que nunca necesito de esa ancla, necesito desfallecer, perecer de manera agónica como lo hace el enfermo en sus postrimerías bajo la tutela espiritual del sacerdote, necesito silenciar mis pensamientos, por una noche fría y gélida, congelar mis emociones y sentimientos, congelar el cuerpo mismo de ser posible, evitar que la sangre apasionada e intensa deje de correr, deje de bombear aquel musculo inútil e inservible, llamado corazón aunque para mi caso este se asemeje mas a una papa sancochada, a un camote frito, o cualquier otro tubérculo displicente.
De pronto me siento en el limbo, sin textos, sin palabras, sin reflejos, simplemente sin sentidos, mi mente busca desesperanzadamente algún lugar común, donde puedan extraviarse, donde pueda disiparse esta carga, algún oasis donde pueda tal vez calmar la sed del desasosiego, y levantar el estima, y renovar el jolgorio, y refrescar el espíritu mellado. Pero en mi paso solo veo seres inertes, que se colapsan uno encima de otro, solo hay desorden y caos, y un silencio claustrofóbico que retumba en las paredes, que me aqueja, que me despierta del marasmo, solo para contemplar al radiante y hermoso sol del verano blanco alejarse cada día más, cruzar las fronteras, perderse en los andes, navegando hasta el atlántico, ahí hasta donde no pueda sentir ya su calor, allá donde se me es prohibido ver ya su figura, tantas veces negado para mí.
De pronto me siento solo, de una soledad torpe y errática, abandonado y huérfano de abrigo, el frio se cuela de por mis pies, que poco a poco ya dejo de sentirlos presentes, el aire me es cada vez más escaso, me ovillo, me escarapelo, me inhibo, musito alguna frase indescifrable, ya nadie me escucha, espero inútilmente que caiga ya la noche, y que con ella arrastre al sueño, para que me envuelva en un mañana gozoso, siento la garua caer en mis mejillas, no es el tiempo soy yo, por enésima vez se levanta el tiempo, aunque se apagan los momentos, solo el silencio no se queja, solo el….
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